viernes, 29 de enero de 2016

A COGER OLAS

Se pelean por venir. Cuando resulta que venir al sur es un chollo, porque el BMLC tiene los seis equipos en liga insular y en una mañanita hacen cinco arbitrajes como mínimo. También por las tardes se pelean por los juveniles. Si vienen no pitan un partido, sino dos seguidos y tarde-noche rentable para sus bolsillos. Cuando el calendario hace coincidir muchos partidos siempre se apuntan los mismos. Cuando son poquitos también vienen los mismos, pero otros.
Y estos limpios llorones  que se apuntan cuando hay muchos partidos  pretenden hacerlo en el más absoluto silencio y sus delicados oídos no quieren oír lo que sí oyen en otros exquisitos pabellones. Vienen con la cara de niño bueno  a alardear que son grandes y limpios colegiados  creyéndose protagonistas de su bonito deporte. Porque el balonmano es de ellos.
Es de ellos pero jamás ninguno de ellos ha sido capaz de reunir a siete niños o siete niñas detrás de un balón. Jamás han sido capaces de reunirlos durante ocho años pasando por todas las categorías de base. Es de ellos pero ninguno ha sido capaz de gastarse un céntimo en el balonmano, ni de poner su coche para transportar jugadores-as, ni de comprar un simple balón... Tampoco de dedicar de forma altruista ni un minuto de su valioso tiempo al deporte que tanto aman. Siempre con la mano por delante. Pero es de ellos y lo defienden como si les fuera la vida, pero jamás se han dejado la vida por el balonmano. Y alardean y escriben en redes sociales y se ponen guapos y dan lecciones de deportividad y de comportamiento.
El resto ensuciamos su bonito deporte. Lo ensucian los aficionados del BMLC, pero sólo los del BMLC a los que pretenden callar con sus tramposos anexos. Perdonen ustedes a estos sucios aficionados, a los del "sector del BMLC", por ensuciar su estimado deporte, pero eso sí, siempre con la mano por delante, porque no hay dinero sucio.
Y luego está ese ogro que es el entrenador. El entrenador futbolero que vino a ensuciar su hermoso deporte. El sucio que se deja el alma por su club de balonmano. El sucio que busca dinero para pagar a los limpios jueces tramposos. El sucio que tiene que apaciguar a sus jugadores y jugadoras cuando una y otra vez son víctimas de decisiones tramposas y conscientes de los limpios y amantes de este deporte. El sucio que se sacrifica para que cien niños y niñas jueguen al deporte de los limpios. El sucio que desea que el limpio que reparte diplomas de buen deportista por las redes, por fin se acuerde de él.
Mientras, nuestros juveniles a coger olas. Saldremos ganando.